En la historia de la humanidad las plantas ornamentales han sido muy importantes. En el mundo precolombino los jardines tenían un carácter sagrado, en algunos casos representaban ofrendas a los dioses, y eran símbolo de respeto y expresión de grandeza. Un ejemplo de esto son los Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo.                                                                  Al paso del tiempo, se ha creado la necesidad de tener contacto con la naturaleza en los espacios habitables, y alimentar, por medio de la vista, al espíritu. Es por ello que nace el arte y la técnica de producción de especies vegetales ornamentales, y desde hace siglos, el hombre se ha dedicado a seleccionar y mejorar las características de las especies más bellas.            
Asimismo, la práctica de producción de ornamentales resulta reconfortante, satisfactoria y productiva, ya que puede realizarse tanto a nivel de pasatiempo como con fines comerciales.                                                                           
La SAGARPA reporta que anualmente los floricultores mexicanos producen alrededor de siete millones de gruesas de rosas (cada gruesa equivale a 12 docenas o 144 unidades), en una superficie de 1.5 mil hectáreas con un valor superior a los mil millones de pesos.